Carta a mi primo Juan

Querido Juan:

No sé si a estas alturas de la película tal vez debería llamarte Don Juan, lo que no sería nada descartable, teniendo en cuenta que ya tienes a tu lado a tu particular Doña Inés, aunque la verdad es que, para alguien que se doctoró en la universidad de la calle, el Don está de más. Así que seguiré llamándote Juan o quizá Enriquito, como hace poco me dijiste que te gustaría que volvieran a llamarte, por eso de que, cuando eras un niño, era la manera de dejar meridianamente claro que eras hijo de Enrique.

Ahora bien, para serte sincero, para mí siempre fuiste Juanito, mi primo Juanito, aquel a quien de pequeño veía como un superhéroe, pero sin capa ni espada, todo sea dicho, que tampoco es que te hicieran falta. O esa al menos era la impresión que yo tenía cada vez que, en verano, iba a la casa de mis abuelos en Granada; para más señas, en el callejón de Aguirre, asomada a la calle de Elvira. Curiosamente, la misma calle en la que trabajabas con tu padre en su marmolería, y de la que muchas mañanas te veía salir todo embadurnado de blanco hasta las cejas, con esa envidiable musculatura que te permitía cargar con una enorme piedra de mármol, luciendo unas camisetas ajustadas con las que daba gusto verte, y moviéndote como pez en el agua subido a tu preciosa Vespa. Eso sin contar las innumerables veces en las que venías a recogernos con tu furgoneta, a mí y a otros miembros del clan familiar, para subirnos a Sierra Nevada, y allí pasar un día inolvidable, coronando el pico del Veleta o bañándonos en la Laguna de las Yeguas.

Con todos esos ingredientes, era inevitable que un niño como yo no pensara que su primo Juanito era un auténtico superhéroe. Algo así como un Jabato o un Capitán Trueno, pero no de tebeo, sino real como la vida misma. Creo incluso que en más de una ocasión llegué a pensar que, cuando fuera un mozalbete hecho y derecho, me gustaría ser como él; o sea, como tú, a quien he de confesar que continúo teniendo entre mis héroes favoritos, por no decir el más favorito de todos, y hasta alguien a quien parecerme cuando sea mayor. Es decir, un poco más mayor que ahora. Y es que, además de compartir contigo dos de tus grandes amores, como Granada y la poesía, lo que en el fondo es lo mismo, también me gustaría compartir contigo tu fuerza de voluntad, tu denodado esfuerzo por querer a los demás y, sobre todo, tus infinitas ganas de seguir viviendo cada día, cueste lo que cueste.

¡Ah!, y feliz cumpleaños, Don Juan, digo, Juan, Juanito o Enriquito, que entre tantos bonitos recuerdos ya casi se me olvidaba que de nuevo te toca añadir un año más a tu preciosa vida, como así creo que tú la ves, en la compañía inseparable de tus familiares y amigos.

Tu primo Pepito, aquel que de pequeño quería ser como tú

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